jueves, 31 de marzo de 2022

La Crítica


"En comparación con lo que deberíamos ser, sólo estamos despiertos a medias. Solo empleamos una pequeña parte de nuestros recursos físicos y mentales. En general,la persona vive así muy dentro de sus límites. Posee cualidades de diversas especies que habitualmente no usa...". William James, Universidad de Harvard.

¡Esas cualidades que habitualmente no se usan! Es el propósito de este post. Una simple semilla que le permita al lector descubrir, indagar y aprovechar esos poderes latentes que no emplea.

Partiendo de que la educación es la capacidad para afrontar las situaciones que plantea la vida, el gran objetivo de la educación, no es el conocimiento en sí, sino la acción. Y la acción está a prueba de acierto o error, proceso inevitable... ya que el aprendizaje es un proceso activo, se aprende haciendo.

De modo que con cualquier cosa que usted aprenda si no lo aplica lo va a olvidar rapidamente. Solo el conocimiento que se práctica persiste. Viéndonos probablemente en dificultades para aplicar ese conococimiento e inclusive lo que uno recomienda, en si mismo, uno también tiene problemas muchas veces para aplicarlo.

Por ejemplo: cuando algo nos desagrada, es mucho más fácil criticar y censurar que tratar de comprender el punto de vista del prójimo. Con frecuencia es más fácil encontrar defectos que pronunciar elogios. Es más natural hablar acerca de lo que uno quiere que de lo que quieren los demás. Y todo es así... al corregir un hijo, al llevar a la pareja a una forma de pensar, al satisfacer a un cliente irritado... hay que dudar antes de hacer lo acostumbrado, lo humano, lo impulsivo... eso es generalmente un error.

¿Uno no considera que bastante tiene con vencer las propias limitaciones sin irritarse, que elige además cargar con la diferencia de conciencia con las que Dios creo al resto de los humanos? Ninguna persona se critica así misma generalmente por nada, por grande que sean sus errores.

La critica es inútil porque pone a la otra persona a la defensiva, y por lo común hace que trate de justificarse. La crítica es peligrosa porque lastima el orgullo, tan precioso de la persona, hiere su sentido de la importancia y despierta su resentimiento.

El psicólogo B.F. Skinner comprobó mediante experimentación con animales, que premiando la buena conducta los animales aprenden más rápido y retienen con más eficacia que castigando la mala conducta. Estudios posteriores explicaron lo mismo aplicado a seres humanos. Por medio de la crítica nunca provocamos cambios duraderos, y con frecuencia creamos resentimiento.

Tanto como anhelamos la aprobación, tememos a la condena. El resentimiento que genera la crítica puede desmoralizar empleados, miembros de la familia y amigos, y aun así no corrige la situación que se ha criticado. ¡Y ahí está la naturaleza humana en acción! El  malefactor culpa a todos menos a sí mismo, dando inicio a la rueda... critica - resentimiento...  

Pero todos somos iguales. De forma que cuando usted o yo nos vemos inclinados, un día cualquiera, a criticar a alguien, comprendamos que las críticas son como una paloma mensajera. Siempre vuelven al nido. Comprendamos que la persona a quien queremos corregir y censurar tratará de justificarse probablemente y censurarnos a la vez. 

Ahora, ¿Conoces a alguien a quien desearías modificar, regular y mejorar? ¡Bien! Yo estoy a tu favor. Pero ¿por qué no empezar por uno mismo? Desde un punto de vista puramente egoísta, eso es mucho más provechoso que tratar de mejorar a los demás. Y mucho menos peligroso.

"No te quejes de la nieve en el techo del vecino cuando cubre el umbral de tu casa..." decía Confucio.

Y sea consciente que su mala educación solo se supera por su mala educación. 

Si queremos despertar mañana un resentimiento que pueda perdurar décadas y seguir ardiendo hasta la muerte, no tenemos más que hacer alguna crítica profunda. Con eso basta, por seguros que estemos de que la crítica sea justificada. Cuando tratamos con la gente debemos recordar que también tratamos con criaturas emotivas, prejuiciosas e impulsadas por el orgullo y la vanidad. 

Pero hay un secreto para mantener relaciones saludables y es no hablar mal de los demás, y decir todo lo bueno que sepa de esa persona. 

"Cualquier tonto puede criticar, censurar y quejarse, y casi todos los tontos lo hacen, Pero se necesita carácter y dominio de sí mismo para ser comprensivo y capaz de perdonar. Una gran persona, demuestra su grandeza por la forma en la que trata a los demás."

Aquí les dejo una carta que dio varias vueltas al mundo:

PAPÁ OLVIDA

W. Livingston Larned 

Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manito metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo a tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi diario en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, vine junto a tu cama. 

Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con una toalla. Te regañé porque no te limpiaste los zapatos. Te grité porque dejaste caer algo al suelo. 

Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiado el pan con mantequilla. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: " ¡Adiós, papito!" y yo fruncí el entrecejo y te respondí: "¡Ten erguidos los hombros!" 

Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí. Las medias son caras, y si tuvieras que comprarlas tú, serías más cuidadoso. Pensar, hijo, que un padre diga eso. 

¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista del diario, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. "¿Qué quieres ahora?" te dije bruscamente. 

Nada respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agotar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera. 

Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender; esta era mi recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Y medía según la vara de mis años maduros. 

Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche. Nada más que eso importa esta noche, hijo. He llegado hasta tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza. 

Es una pobre explicación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes. No haré más que decirme, como si fuera un ritual: "No es más que un niño, un niño pequeñito". 

Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro. He pedido demasiado, demasiado. 

En lugar de censurar a la gente, tratemos de comprenderla. Tratemos de imaginarnos por qué hacen lo que hacen. Eso es mucho más provechoso y más interesante que la crítica; y de ello surge la simpatía, la tolerancia y la bondad. "Saberlo todo es perdonarlo todo." 

Ya dijo el Dr. Johnson: "El mismo Dios, señor, no se propone juzgar al hombre hasta el fin de sus días". Entonces. ¿por qué hemos de juzgarlo usted o yo? 

REGLA 1: No critique, no condene ni se queje. 

Por César Covi P.S.

Con extractos de Dale Cargengie.